viernes, 16 de octubre de 2009

Liturgia Eucarística Romana: El Canto de Comunión.

El que no descubramos en la antigua liturgia romana ningún rito especial para la comunión de los fieles, no quiere decir que no encontremos huella alguna de ella en la liturgia de la misa. Aún en la actualidad se canta un versículo o antífona llamada “de comunión”. Es una pervivencia del canto estilado en la liturgia romana durante la comunión de los fieles.
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Resumen histórico de ese canto de comunión.
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Durante la solemne entrada del clero y en la procesión de entrega de ofrendas se cantaban salmos. Lo mismo advertimos mientras se daba la comunión a los fieles. Entre estos tres cantos, todos ellos más o menos de una misma época, la comunión es el primero en aparecer en los documentos históricos. San Juan Crisóstomo nos dice que los fieles respondían durante la comunión siempre con el mismo versículo del salmo 144: “Oculi nostri Domine in te sperant et tu das illi escam in tempore opportuno” (Los ojos de todos esperan en Ti y tu les das la comida a su tiempo. Por eso es de suponer que era un solista el que cantaba durante la comunión este salmo. En otras regiones se solía cantar el 38 y, como estribillo el “Gustad y ved que bueno es el Señor”. Así lo atestigua San Jerónimo para la Iglesia norteafricana y jerosolimitana. Sabemos que en algunos sitios se decía sólo el versículo nono o también el sexto. “Acercaos a Él y seréis iluminados”. Estos dos versículos se combinaban a veces con otros salmos e himnos.
Curiosa la combinación hecha por la liturgia hispánica: “Gustad y ved que bueno es el Señor, aleluya, aleluya, aleluya. Bendeciré al Señor en todo momento; su alabanza estará siempre en mi boca, aleluya, aleluya, aleluya. El Señor redimirá las almas de sus siervos y no abandonará a los que en Él esperan, aleluya, aleluya, aleluya. Gloria y honor al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Como se puede intuir, las aleluyas era el estribillo que cantaba el pueblo.
De distinta manera se presenta este canto en las fuentes de la liturgia romana. No cantaban siempre el mismo salmo ni tampoco tenían interés en que su contenido se refiriese al acto de comunión. Además no era el pueblo el que lo cantaba sino la schola, con la nueva forma que acababa de introducirse de canto a dos coros alternos. Cuando el Papa empezaba a distribuir la comunión, la schola entonaba la antífona “ad comunionem”. Luego seguía con la salmodia y, cuando el archidiácono veía que quedaban pocos para comulgar, daba la señal para el Gloria Patri, repitiéndose al final la antífona.
El canto de comunión pues, era como el introito y en esta forma se mantuvo mientras duró la costumbre de comulgar el pueblo durante la misa, es decir, hasta el siglo IX. En cuanto a la temática, no se tenía interés en un escoger un salmo apropiado a la comunión; lo que sí solía buscarse era que expresara, a ser posible, la idea de fiesta. Únicamente en las misas de los jueves de Cuaresma, cuyo formulario se compuso en el siglo VIII, se encuentran alusiones a la comunión. En los domingos después de Pentecostés los versículos siguen sencillamente el orden numérico de los salmos.
Algunos manuscritos francos respiran marcado influjo galicano, cuando señalan para la comunión, además de la antífona y el salmo, otro versículo más “ad repetendum”. Se trata de imitar el “Trecanum” o sea el modo galicano de cantar la antífona, combinándola artísticamente con el Gloria Patri y este versículo “ad repetendum”, como una alusión velada al misterio de la Santísima Trinidad. A veces alternaba la schola con los subdiáconos. Cuando desapareció la comunión del pueblo, se redujo el canto sólo a la antífona, que se canta después de la comunión del celebrante.
Sin embargo cuando había comunión del pueblo en las grandes solemnidades en las catedrales francesas se cantaban otros himnos como el famoso y bellísimo “Venite populi” compuesto a partir de Deuteronomio 4 (Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente." Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros siempre que lo invocamos?)
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Venite, populi, venite
de longe venite,
et admiramini gentes.
Venite, populi, venite,
an alia natio tam grandis,
quae habet Deos appropinquantes sibi,
sicut Deus noster adest nobis,
cujus in ara veram praesentiam
contemplamur jugiter per fidem vivam,
an alia natio tam grandis?
O sors cunctis beatior,
O sors sola fidelium,
quibus panis fractio
et calicis communio
est in auxilium.
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Eja ergo epulemur
in azymis veritatis et sinceritatis,
eja ergo epulemur
et inebriemur vino laetitiae sempiternae;
an alia natio tam grandis?
Venite, populi. Amen.
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Ni la comunión, ni el Agnus Dei que se cantaba en otros lugares o el “Venite populi” eran considerados cantos de acción de gracias, aunque sí que sentían la conveniencia de dar gracias también en común valiéndose del canto. Por eso ensayaron intercalar en este momento himnos, salmos, antífonas e incluso horas canónicas enteras a fin de dar expresión pública a la acción de gracias, sobre todo en las grandes fiestas con comunión del pueblo.
Existen datos documentales que en Soissons (Francia) y en la Hungría de los siglos XI y XII se cantaban las vísperas al final de la Misa (1079).
Según otros documentos, debía hacerse lo mismo el Jueves Santo en todas las iglesias. Es un eco claro de la costumbre antigua, restaurada con la reforma de la Semana Santa de Pío XII, de celebrar la misa de Jueves Santo por la tarde.
Próximo capítulo: La Poscomunión.
Extraído de Germinans Germinabit.

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